miércoles, 28 de marzo de 2012


BIBLIOTECA ESPECIALIZADA DE LA CVG, SÓLO EN EL RECUERDO

09 DE FEBRERO 2012

El cúmulo de conocimiento que ostentaba la Biblioteca Especializada de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) amontona hoy más de cinco años de haber recibido el último presupuesto para actualizar su materia prima: la bibliografía.



El movimiento es circular. Una y otra vez el mismo: de arriba hacia abajo desliza el trapo hasta conseguir sacar el polvo que se aferra a la puerta de vidrio. Lo consigue, aunque dentro de algunas horas, cuando el viento sople y arrastre con él la tierra del estacionamiento, deberá repetir el proceso. 

Mientras tanto, la señora encargada de la limpieza de la Biblioteca de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), una mujer robusta, simpática, de piel blanca y cabello rizado, limpiará las heces de palomas acumuladas fuera del recinto: en las columnas, en el piso, en las escaleras… en todos lados. 

Desde hace meses estas aves han tomado como morada los espacios vacíos entre las columnas salientes del edificio de la CVG ubicado en Alta Vista, antiguo Maxi’s. Uno de los espacios más afectados del edificio es la entrada a la Biblioteca Especializada de la CVG, en la cual se accede mediante escaleras que sobresalen en la fachada del inmueble. 

Este centro de consulta bibliográfica no es nuevo en la ciudad. Inició actividades en la oficina central de la CVG en Caracas, en 1972, y una década después parte del material de consulta fue trasladado a una oficina módica del cuarto piso de la actual Torre Movistar, antes sede de Seguros Orinoco, para dar los primeros pasos en la conformación de la biblioteca.

Con la adquisición del edificio de Maxi’s, en 1994, el recinto es mudado para un área de la construcción dotada del espacio necesario para el desarrollo de las actividades propias del departamento.

Desperfectos

Con nuevas instalaciones y recursos bibliográficos inéditos de la ciudad, la Biblioteca Especializada de la CVG ha sido piedra angular en el desarrollo profesional de la región. Aún así, en los últimos meses la asistencia al recinto ha mermado considerablemente. 

La comodidad investigativa que arropa los grandes ventanales de la nueva sede, se ha ido perdiendo. Lo que antes funcionaba como estacionamiento del centro de consulta, ahora alberga los escombros de reparaciones y modificaciones que, desde hace más de cuatro años, se iniciaron en el edificio. 

Restos de construcción que, sumado a las montañas de tierra y materiales, también dispuestos en el estacionamiento, forman una capa de polvo que al pasar del viento se aferra en los ventanales de la biblioteca, reduciendo la luminosidad del recinto e intensificando el trabajo de aquella señora de mantenimiento que, cada cierto tiempo, debe repetir el proceso con el pasar de la brisa. 

Para los que están dentro de las instalaciones, dejar la puerta abierta no es una opción. Deben conformarse con el soplar del aire acondicionado que en ocasiones funciona.

Algunas tiras de papel en las rejillas de ventilación dibujan la situación del día: el movimiento de la franja es proporcional al desempeño del aire. En esta ocasión, las primeras tres rejillas funcionan con dificultad y el espacio se mantiene fresco gracias a la potencia de los últimos ductos de ventilación de la sala.

El único sonido permitido en la biblioteca que, a menudo, principalmente después de las 2:00 de la tarde, es interrumpido por el sonar de instrumentos de percusión. La orquesta sinfónica de Guayana practica exactamente debajo del centro de lectura. 

Por instantes, es imposible leer en la sala; sin embargo, el operador de la biblioteca, un hombre canoso de lentes, no se inmuta. Recibe a los pocos usuarios con un rostro inescrutable. 

“Para usar el servicio debe registrarse: coloque su nombre, apellido y la institución de la cual viene”, informa antes de indicarle al usuario que debe dejar, por seguridad y normativa interna, los bolsos en la entrada. 

Esta, quizás, no es su labor. Pero debido al escaso personal disponible, las responsabilidades han aumentado para los cuatro trabajadores que quedan. Dentro de algunas semanas se reducirá a tres; la secretaria del departamento se ausentará por reposo postnatal. 

Sin presupuesto 

Aún así, la molestia no se exterioriza en el recinto. La cordialidad hacia el público es constante y, luego de anotarse en el registro, el usuario tiene la libertad de ubicarse en el sitio de su preferencia. 

La sala consta de cuatro mesones dispuestos en la entrada. Cada uno con ocho sillas, al menos. Al final del área se ubican los archivos móviles en los que reposan los libros. Y en el centro, un fichero antiguo de madera, bien conservado, atrae inevitablemente la atención de quien entra. 

El mueble, dividido por materia, autor y título, concentra la ubicación específica de cada libro. Es la forma de búsqueda directa para el usuario, aunque su utilización no ha limitado la aplicación de sistemas automatizados de registros bibliográficos. 

Data que, por lo que se observa en las fechas de los últimos ejemplares de libros y revistas de investigación, se congeló en 2006. Año en el cual la biblioteca recibió el último presupuesto para actualizar su materia prima: la bibliografía. 

Aun así, entre la insuficiencia presupuestaria, la Biblioteca Especializada de la CVG sigue atendiendo al público con discrepancias en su funcionamiento. El personal que aún queda sigue desarrollando diversas responsabilidades para cubrir la demanda, y la señora de mantenimiento sigue limpiando recurrentemente el polvo de los ventanales y las heces de las aves de las escaleras.

Servicios que ofrece


Aunque la Biblioteca Especializada de la CVG está destinada para un público universitario o experto en un área indicada, también atiende a estudiantes de educación básica que quieran consultar bibliografía sobre la historia de Ciudad Guayana y las empresas básicas. Para estos, ofrece una sala de lectura para 24 usuarios, más cinco cubículos individuales para el uso de cevegistas e investigadores.






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