jueves, 22 de marzo de 2012

ESCUDO GUAYANÉS NOS PROTEGE DE LOS SISMOS




Guayana, específicamente el Escudo Guayanés, es región ajena a los terremotos o trepidaciones sísmicas catastróficas como las ocurridas en Caracas, Cumaná y otras ciudades del país, lo que no quiere decir que no sea objeto de temblores o vibraciones al resistir la mole del Escudo la expansión de ondas sísmicas con epicentros cercanos.

Guayana es una de las regiones más antiguas del planeta. Su edad la calculan los geólogos en más de 3 mil quinientos millones de años, y su solidez de mole pétrea se extiende desde el Orinoco hasta el Brasil, pero esa mole tiene brechas. El doctor J. N. Perfetti me hablaba siempre de una que penetra por el Delta y se dirige hasta las inmediaciones de la represa de Guri. En Guri, CVG-Edelca mantiene activa una estación sismográfica para registrar gráficamente las vibraciones y determinar su localización en cualquier lugar de la geografía, así como su velocidad e intensidad, pero es una estación hacia afuera muy hermética, silenciosa.

Por supuesto que en Guayana se sienten los temblores y el último, de epicentro en oriente, se sintió en la ciudad en algunos sitios más que en otros. De algunos edificios la gente salió a la calle.

Rafael Gómez Picón, en su libro “Orinoco, Río de Libertad” da cuenta de un movimiento telúrico ocurrido en 1790, en una zona del río Caura, lo cual dio origen a la depresión que hoy conocemos como la Laguna de Puruey y a donde deportistas van a pescar pavón con señuelos relumbrantes.

Otro temblor de tierra, con hundimiento de 500 metros de playa en el trayecto “La Glaciere” y el “Delta de la Cervecería”, se produjo en la capital guayanesa el 23 de febrero de 1937 dando lugar a que toda la mercancía que descargaban los vapores El Meta y El Araure, se perdieran.

El “Correo del Orinoco” da cuenta en su edición 38 que a las tres y cuarto de la madrugada del 28 de agosto de 1819 se sintió en Angostura un temblor de tierra que “duró cerca de dos minutos (sic); pero no causó ningún perjuicio en los edificios, ni creemos que haya tenido en ninguna persona la errónea y bárbara interpretación que le dieron los fanáticos enemigos de la sagrada causa de América del Sur al de 26 de marzo de 1812, funesto para la Capital de Venezuela y otras Ciudades del interior”.

Ciertamente, Caracas, por ser la más poblada, fue la mayor perjudicada de aquel terremoto del jueves santo que duró 48 segundos. Se estima que unas 15 mil personas quedaron sepultadas bajo los escombros. La torre de la Catedral de Caracas se inclinó como está hoy la fachada de la Casa Wantzelius de Ciudad Bolívar. Juan Landaeta, autor del Himno Nacional, al igual que centenares de personas que acudían a los ritos de Semana Santa, murió sepultado al desplomarse techos y paredes de la Catedral.

El terremoto de 1812 sólo afectó a los pueblos de occidente. El oriente se vería afectado años después con el terremoto de Cumaná, el 17 de enero de 1929 a las 7:32 horas de la mañana. Cumaná, situada en la faja septentrional de la “depresión Táchira-Península de Paria”, contaba con 20 mil habitantes. Toda esa población quedó afectada por el sismo en una u otra forma. Hubo un centenar de muertos y heridos y numerosas casas desplomadas y averiadas.


Se narra, como hecho anecdótico, que en el momento del terremoto una señora de nombre Natalia Bermúdez de Silva daba a luz y que su hijo fue adoptado por los cumaneses que vivieron el trágico fenómeno, con el nombre de “Terremotico”.

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