martes, 27 de marzo de 2012


LOS SAFARIS DE SUCRE FIGARELLA



Si algo bueno tenía Víctor Inojosa, el costurero de los funcionarios de la Semana de la Patria, incluyendo, por supuesto a don Tomás Rivilla, es que aparte de ser buen tertuliante de las cosas tradicionales de Guayana, cose bueno de verdad, a pesar del chiste de la bragueta torcida que puso como un querrequerre a Leopoldo Sucre Figarella, quien se contó entre los numerosos gobernadores que mandaban a confeccionar su traje en la sastrería del “Clemens guayanés” como alguna vez lo llamó Juvenal Herrera.

Cuentan que Leopoldo Sucre Figarella, cuando era aficionado a la cinegética, Inojosa le confeccionaba los trajes safari para viajar a la jungla africana, hasta que lo picó la mosca Tse-Tse, para luego de un sueño profundo despertar aborreciendo la cacería mayor.

Los instrumentos y trajes con los cuales practicaba la cinegética quedaron colgados en un cuarto lleno de trofeos muy particulares, incluyendo una fotografía con el Maestro Jesús Soto, a quien le prometió la ampliación del Museo de Arte Moderno que lleva su nombre.

Leopoldo Sucre Figarella, tenido como tecnócrata y en quien el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa vio en cierta ocasión el recio temperamento de Marcos Vargas (personaje gallegiano de la novela Canaima), hizo cuanto pudo, que fue bastante, por la Región Guayana y para muestra está allí buena parte del desarrollo urbanístico e industrial de Ciudad Guayana, el Puente Angostura sobre el Orinoco, el Canal de cintura de Ciudad Bolívar, la Represa de San Pedro, la de Capapuicito y otras a las cuales se suman la autopista San Félix-Upata, autopista Ciudad Bolívar- Puerto Ordaz y la ampliación del Museo de Arte Moderno Jesús Soto.

En marzo de 1984, recién llegado a la Presidencia de la CVG en calidad de Ministro, se dio a la tarea de inspeccionar los trabajos ya iniciados del Museo Soto, pero apenas estuvo 15 minutos con mucha gente detrás.
Se presentó a la Dirección y le dijo a Gloria Carnevali: “Aquí estoy”. Ni siquiera se detuvo ante las obras de Víctor Vasarelli, Joseph Albert, Paul Klee, Kandinski y Malevich, que casi lo rozaron. Pisando firme y a zancadas con zapatos de gruesa suela acanalada, abandonó las oficinas y recorrió los alrededores, viendo y tocando lo que había quedado sin terminar. Pidió los planos y le preguntó al constructor: “Cuánto se ha invertido”, la respuesta no se hizo esperar: “Diez millones”. Entonces miró los ojos de Gloria, que parecía una gacela sombrada, y le dijo: “Dile a Soto que vamos a terminar el Museo”.

Así ocurrió. En la avenida Germania, a 800 metros del Aeropuerto de la ciudad, la CVG construyó la segunda etapa del Museo, la cual fue inaugurada en noviembre de 1987 por el ministro Leopoldo Sucre Figarella, a un costo de 32 millones de bolívares.

Las obras de ampliación fueron diseñadas conforme a la arquitectura de la primera etapa y nuevo orden urbano que se ha venido generando en la zona con la aparición de este importante centro cultural de proyección internacional. 

Tan pronto Leopoldo cortó la cinta se fue al hangar del aeropuerto a tomar el avión jet de la CVG para asistir a una reunión en Miraflores con el presidente Lusinchi. Su piloto oficial era Ángel Dionisio López, un capitán aeronáutico de pocas palabras y arrechucho como el entonces Presidente-Ministro de la CVG. Durante tres años piloteándole el avión presidencial, solo una vez le habló en vuelo y ocurrió ese día de tiempo muy nubloso y cerrado que le impedía llegar a La Carlota, su destino. “Ministro, qué hacemos, nos desviamos a Maiquetía?”. Era lo más visible y viable, alternar en Maiquetía, pero el Ministro, impredecible, ordenó sorpresivamente: “Mira, vale, vámonos de regreso para Ciudad Bolívar”.


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