EL CELEBÉRRIMO PÁRROCO DE SAN FÉLIX
En 1961, la planta Siderúrgica
del Orinoco inició progresivamente la producción de arrabio en los hornos
eléctricos de reducción, así como la producción de tubos sin costura, al mismo
tiempo que se inauguraban las operaciones de la Presa de Macagua Uno. La
primera colada de acero se efectuó el 9 de julio de 1962 en presencia del
presidente, Rómulo Betancourt. El obispo de la Diócesis de Guayana,
Monseñor Juan José Bernal Ortiz, llegó retrasado al acto y Monseñor Francisco
Javier Zabaleta, párroco de San Félix, asumió el privilegio histórico de
impartir la bendición a todas las instalaciones. Desde entonces hasta su
jubilación a causa del mal de Parkinson, no surgió industria en Ciudad Guayana
que Monseñor no bendijera con su mano temblorosa.
Macagua Uno también recibió la bendición de Monseñor Zabaleta, el 21 de abril
de 1959 cuando una explosión de 78 toneladas de nitrato de amonio que
estremeció el lecho del Bajo Caroní, deshizo la ataguía de 360 metros que
desviaba las aguas, ante los ojos atónitos de 25 mil personas que presenciaban
el espectáculo inaugural de la nueva Venezuela: la Venezuela de la energía
hidroeléctrica. El río encabritado recobró el cauce antiguo, pero con un nuevo
obstáculo ciclópeo y permanente -la presa- por el cual podía continuar
discurriendo aunque a través de compuertas y turbinas. Se hacía de este modo
realidad el mito de los Arecunas insertado en la novela de José Bertí
“Espejismo de la selva”. El mito habla de la idea de levantar un muro de piedra
en el cauce, no para aprovechar el potencial hidroeléctrico del Caroní, sino
para evitar que hasta sus poblados llegara una misteriosa canoa que solía
descender con un gigante colibrí coronado de luz y cuya mirada como un rayo
fulminaba a cuanto ser humano se le atravesara a su paso. Tal es el Tucuy
Endaquemá.
Otra leyenda semejante habla de una nave de música y canto que atraviesa el
Caroní el Viernes Santo. El trovador Alejandro Vargas la recoge en esta estrofa
de una de sus composiciones musicales titulada “El Misterioso Caroní”:
Hay un gran misterio / en el Caroní / Nadie se imagina / lo que pasa allí
/ que han visto una nave / en un Viernes Santo / que atraviesa el río / con
música y canto / y dice la gente / y la gente dice / que es en Caroní/.
Monseñor Zabaleta, en calidad de Vicario de Caroní, llegó a Guayana de la mano
del Arzobispo Crisanto Mata Cova, quien se lo trajo de Irapa y Güiria
donde intercedió ante los padres de Pedro Estrada, jefe de la Seguridad Nacional ,
por la libertad de numerosos presos políticos con cuya luchas clandestinas
estuvo identificado. Por eso el 23 de enero de 1958 cuando comenzaba a
conocerse la caída del general Marcos Pérez Jiménez, se le presentó su amigo
Perucho Peraza, perseguido político vigilado muy de cerca por el siniestro
“Mano de goma”, y le pidió las campanas de la iglesia para anunciar al pueblo
que ya estaba prevenido de esa señal, la caída del dictador. La respuesta
inmediata de Monseñor fue: “No, Perucho, las campanas las voy a tocar yo” y así
ocurrió. El pueblo de San Félix salió a la calle y gritaba “Abajo el Nuevo
Ideal Nacional”.
Con la consigna del “Nuevo Ideal Nacional”, la Junta Militar había
iniciado un programa de transformación nacionalista para eliminar la
popularidad del Gobierno de AD nacida de la revolución del 18 de octubre de
1945. Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta junto con Marcos Pérez
Jiménez y Luis Llovera Páez, invocó el Nuevo Ideal Nacional diseñado por
el Padre de la Patria ,
pero que el 23 de enero de 1958 se diluyó por falta de su gran complemento
republicano, la libertad política.
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