domingo, 18 de marzo de 2012

EL CELEBÉRRIMO PÁRROCO DE SAN FÉLIX



En 1961, la planta Siderúrgica del Orinoco inició progresivamente la producción de arrabio en los hornos eléctricos de reducción, así como la producción de tubos sin costura, al mismo tiempo que se inauguraban las operaciones de la Presa de Macagua Uno. La primera colada de acero se efectuó el 9 de julio de 1962 en presencia del presidente, Rómulo Betancourt. El obispo de la Diócesis de Guayana, Monseñor Juan José Bernal Ortiz, llegó retrasado al acto y Monseñor Francisco Javier Zabaleta, párroco de San Félix, asumió el privilegio histórico de impartir la bendición a todas las instalaciones. Desde entonces hasta su jubilación a causa del mal de Parkinson, no surgió industria en Ciudad Guayana que Monseñor no bendijera con su mano temblorosa.

Macagua Uno también recibió la bendición de Monseñor Zabaleta, el 21 de abril de 1959 cuando una explosión de 78 toneladas de nitrato de amonio que estremeció el lecho del Bajo Caroní, deshizo la ataguía de 360 metros que desviaba las aguas, ante los ojos atónitos de 25 mil personas que presenciaban el espectáculo inaugural de la nueva Venezuela: la Venezuela de la energía hidroeléctrica. El río encabritado recobró el cauce antiguo, pero con un nuevo obstáculo ciclópeo y permanente -la presa- por el cual podía continuar discurriendo aunque a través de compuertas y turbinas. Se hacía de este modo realidad el mito de los Arecunas insertado en la novela de José Bertí “Espejismo de la selva”. El mito habla de la idea de levantar un muro de piedra en el cauce, no para aprovechar el potencial hidroeléctrico del Caroní, sino para evitar que hasta sus poblados llegara una misteriosa canoa que solía descender con un gigante colibrí coronado de luz y cuya mirada como un rayo fulminaba a cuanto ser humano se le atravesara a su paso. Tal  es el Tucuy Endaquemá.

Otra leyenda semejante habla de una nave de música y canto que atraviesa el Caroní el Viernes Santo. El trovador Alejandro Vargas la recoge en esta estrofa de una de sus composiciones musicales titulada “El Misterioso Caroní”:

Hay un gran misterio / en el  Caroní / Nadie se imagina / lo que pasa allí / que han visto una nave / en un Viernes Santo / que atraviesa el río / con música y canto / y dice la gente / y la gente dice / que es en Caroní/.

Monseñor Zabaleta, en calidad de Vicario de Caroní, llegó a Guayana de la mano del Arzobispo Crisanto Mata  Cova, quien se lo trajo de Irapa y Güiria donde intercedió ante los padres de Pedro Estrada, jefe de la Seguridad Nacional, por la libertad de numerosos presos políticos con cuya luchas clandestinas estuvo identificado. Por eso el 23 de enero de 1958 cuando comenzaba a conocerse la caída del general Marcos Pérez Jiménez, se le presentó su amigo Perucho Peraza, perseguido político vigilado muy de cerca por el siniestro “Mano de goma”, y le pidió las campanas de la iglesia para anunciar al pueblo que ya estaba prevenido de esa señal, la caída del dictador. La respuesta inmediata de Monseñor fue: “No, Perucho, las campanas las voy a tocar yo” y así ocurrió. El pueblo de San Félix salió a la calle y gritaba “Abajo el Nuevo Ideal Nacional”.

Con la consigna del “Nuevo Ideal Nacional”, la Junta Militar había iniciado un programa de transformación nacionalista  para eliminar la popularidad del Gobierno de AD nacida de la revolución del 18 de octubre de 1945. Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta junto con Marcos Pérez Jiménez y Luis Llovera Páez,  invocó el Nuevo Ideal Nacional diseñado por el Padre de la Patria, pero que el 23 de enero de 1958 se diluyó por falta de su gran complemento republicano, la libertad política.






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